30/07/2025
En un escenario de profunda crisis política y social, como el que Brasil y gran parte de América Latina han vivido en diversas ocasiones, la figura y el pensamiento de Paulo Freire emergen con una vigencia innegable. Sus escritos, como el seminal “Educación y actualidad brasilera” (1959), nos recuerdan que la posición del ser humano en el mundo no es meramente pasiva. Freire enfatizó que el compromiso con la propia realidad es fundamental, una intervención que, aunque sujeta a contextos históricos específicos, solo es posible a través del desarrollo de una conciencia crítica. Es en este compromiso profundo con la transformación social donde reside la perdurable importancia de su obra.

Este artículo se adentrará en la relevancia del pensamiento y la acción de Paulo Freire, explorando las controversias que ha enfrentado a lo largo de los últimos cincuenta años y destacando su inmenso legado para la educación global, con un énfasis particular en América Latina. Para ello, reflexionaremos sobre el contexto de su producción intelectual, su exilio y las influencias que moldearon su visión, así como las críticas y los desafíos que su obra sigue planteando en la construcción de un pensamiento pedagógico desde el sur.
- El Legado de Paulo Freire: Un Clásico Latinoamericano y Universal
- El Contexto que Moldeó su Pensamiento Político-Pedagógico
- Singularidad y Universalidad del Pensamiento de Freire
- Tesis Críticas al Pensamiento de Paulo Freire
- Conclusión: Después de Freire, Nuevas Pedagogías para una América Latina Descolonizada
El Legado de Paulo Freire: Un Clásico Latinoamericano y Universal
La trayectoria de Paulo Freire es un testimonio de resiliencia y compromiso. Su exilio en Chile, tras el golpe militar de 1964 en Brasil, fue un período de intenso aprendizaje y productividad. Freire mismo recordaba con nostalgia y gratitud sus años en Santiago, un tiempo que le permitió distanciarse geográficamente de Brasil, pero que, paradójicamente, lo ayudó a comprender más profundamente sus experiencias y las tramas político-educativas en las que se había involucrado. Fue en este fértil ambiente donde gestó una de sus obras cumbre: Pedagogía del Oprimido.
Intelectuales de la talla de Henry Giroux y Michael Apple, referentes de la Pedagogía Crítica a nivel mundial, han reconocido la estatura de Freire. Giroux enfatiza que, en un momento donde la memoria es borrada y la educación se reduce a métricas, el legado de Freire, con su rigor teórico, coraje cívico y responsabilidad moral, es más crucial que nunca. Para él, Freire representa la educación crítica y la esperanza, elementos vitales para el cambio social progresivo y la defensa de la democracia. Apple, por su parte, destaca la indisoluble unión entre teoría y práctica en Freire, una praxis que lo llevó a intervenir en las realidades culturales y pedagógicas cotidianas, combatiendo la “cultura del silencio” y la dominación.
La visión de Freire trasciende las fronteras de la pedagogía tradicional para situarse en el ámbito de la filosofía. Su obra no solo ofrece didácticas, sino una profunda reflexión sobre la condición humana y el papel de la educación en la emancipación. Este reconocimiento no es menor; es un testimonio de su impacto global.
Un Reconocimiento Global Innegable
La influencia de Paulo Freire es un fenómeno mundial. Considerado el tercer pensador más citado en el área de las ciencias humanas a nivel global (según un estudio de Elliot Green de la London School of Economics), su obra ha superado en referencias a figuras como Michel Foucault y Karl Marx en Google Scholar. Además, su libro Pedagogía del Oprimido es el único texto brasileño entre los 100 más solicitados en universidades de habla inglesa, según el proyecto Open Syllabus.
A pesar de este reconocimiento internacional, Freire ha enfrentado y sigue enfrentando fuertes críticas en su propio país. La frase “Basta de adoctrinamiento marxista. Basta de Paulo Freire”, vista en manifestaciones en Brasil, ejemplifica la polarización en torno a su figura. Sin embargo, incluso la ONU ha salido en su defensa, citando frases emblemáticas como “La educación no transforma el mundo. La educación cambia a las personas, y las personas transforman el mundo”, subrayando su rol como educador de la paz y la liberación. En 2012, fue declarado Patrono de la Educación Brasileña, un título que, a pesar de los intentos por retirárselo, reafirma su lugar fundamental en la historia educativa del país.
El Contexto que Moldeó su Pensamiento Político-Pedagógico
Paulo Reglus Neves Freire nació el 19 de septiembre de 1921 en Recife, Pernambuco, una de las regiones más empobrecidas de Brasil. Esta experiencia temprana de las dificultades de las clases populares forjó su sensibilidad social y su compromiso con la educación como herramienta de transformación. Su filosofía educativa comenzó a gestarse en su tesis de concurso para la Universidad de Recife en 1958 y se consolidó en sus primeras experiencias de alfabetización, como la de Angicos (Río Grande del Norte) en 1963.
El Brasil de la década de 1960 era un hervidero político y económico. La presión del capitalismo internacional impulsaba una rápida industrialización, lo que requería una política social que mantuviera y expandiera este modelo. Sin embargo, la radicalización de los movimientos de masas, que empezaba a desafiar el control del capital internacional, llevó al derrocamiento del gobierno de João Goulart en 1964. Fue en este contexto de represión y censura que Freire desarrolló su trabajo más innovador.
Sus proyectos dentro del Movimiento de Cultura Popular (MCP) en Recife, como los Círculos de Cultura y los Centros de Cultura, junto con los del Movimiento de Educación de Base (MEB), se convirtieron en blancos del nuevo régimen dictatorial. La razón era clara: estas iniciativas promovían una formación cultural de la clase trabajadora, considerada subversiva por el régimen. La concepción de Freire de que “todo acto educativo es un acto político”, y que la educación posee el potencial de transformar la sociedad a través de una conciencia crítica, era una amenaza directa a la hegemonía político-económica impuesta.
Invitado por el Ministro de Educación, Paulo de Tarso Santos, Freire se puso al frente del Programa Nacional de Alfabetización, un ambicioso proyecto para alfabetizar a cerca de 5 millones de adultos con una metodología politizadora y problematizadora. Sin embargo, dos semanas después del golpe de Estado, el programa fue extinto y Freire arrestado el 16 de julio de 1964. Su exilio, que comenzó brevemente en Bolivia y se consolidó en Chile, marcó el inicio de una nueva fase en su vida y obra.
Chile: Crisol de la Pedagogía del Oprimido
La llegada de Paulo Freire a Chile fue el inicio de un período de intensa actividad y profundización de su pensamiento. Se involucró de inmediato en el Instituto de Desarrollo Agropecuario (IDAP), el Ministerio de Educación y la Corporación de la Reforma Agraria (CORA), donde asesoró proyectos de promoción humana y educación popular. Este contacto directo con la realidad chilena, marcada por la euforia de la democracia cristiana y la creciente radicalización de sus jóvenes, le proporcionó un laboratorio social para sus ideas.
Freire se sumergió en la atmósfera histórica de la época, entrevistando líderes campesinos y participando en discusiones con equipos técnicos. Esta inmersión le permitió no solo comprender la realidad chilena, sino también “re-pensar” la experiencia brasileña, cuyas memorias llevaba consigo. Fue en este contexto de profunda reflexión y praxis que escribió Pedagogía del Oprimido (entre 1967 y 1968), así como otras obras fundamentales como “Educación como práctica de la libertad” y “Acción cultural para la libertad”. Su productividad en esos años fue asombrosa, llegando a escribir 1600 páginas manuscritas en año y medio.
Freire siempre reconoció la influencia de los intelectuales latinoamericanos que conoció en el exilio, como Álvaro Vieira Pinto y Francisco Weffort, quienes debatieron con él los borradores de la Pedagogía del Oprimido. Esta interacción enriqueció su teorización y confirmó su convicción de que el conocimiento se construye en el diálogo y la colaboración.
Singularidad y Universalidad del Pensamiento de Freire
El pensamiento de Paulo Freire se articula en dos dimensiones complementarias: su singularidad y su universalidad. La singularidad reside en el contexto específico donde forjó sus ideas: el Brasil de los años 50 y 60, una sociedad cerrada que buscaba abrirse política, social y económicamente. Su proyecto se propuso reintegrar al individuo como un ser de relaciones, un homo politicus, capaz de transformar su realidad. Esta singularidad se amplía al considerar la experiencia de opresión de los ciudadanos del “tercer mundo”, un denominador común que resonó en muchas latitudes.
La universalidad de sus ideas, por otro lado, se manifiesta en la repercusión global de su propuesta pedagógica de una educación liberadora y concientizadora. Aunque sus ideas no fueron aceptadas universalmente sin crítica, su pertinencia se hizo evidente en cualquier espacio donde hombres y mujeres se encontraban en situaciones de aculturación opresiva y deshumanizante. En la era de la globalización y el neoliberalismo, que han mundializado la opresión y la miseria, la propuesta de Freire de una educación problematizadora se vuelve urgente no solo para Brasil y el tercer mundo, sino incluso para las sociedades más desarrolladas.
Un ejemplo conmovedor de esta universalidad lo relata el profesor José Eustáquio Romão, director del Instituto Paulo Freire de Brasil. Durante una misión en el desierto de Gobi, en Mongolia, encontró a criadores de cabras nómadas siendo alfabetizados con el último capítulo de la Pedagogía del Oprimido, traducido al chino. Este episodio ilustra cómo las ideas de Freire trascienden barreras culturales y geográficas, llegando a los contextos más inesperados.

La Pedagogía Crítica como Puente Hacia la Universalidad
Para Freire, la pedagogía crítica implica entender la alfabetización no solo como el dominio de habilidades, sino como un modo de intervención en el mundo. No se trata de memorizar hechos descontextualizados, sino de ofrecer una manera de pensar que desafíe el “sentido común” y las suposiciones dadas, invitando a la reflexión histórica y a la imaginación de un futuro más justo. La pedagogía crítica es, por tanto, una tarea fundamental de los educadores: asegurar que el futuro apunte hacia un mundo más equitativo, donde la crítica y la posibilidad, junto con los valores de la razón, la libertad e igualdad, funcionen para alterar los modos en que se vive la vida.
Freire sostuvo firmemente que la educación nunca puede ser neutral. Es siempre un acto directivo, que busca capacitar a los estudiantes para comprender el mundo y su papel en la historia, influyendo deliberadamente en los conocimientos, valores y deseos que se producen en determinadas relaciones sociales. Para él, toda pedagogía presupone una noción de futuro más igualitario y justo, funcionando como una provocación que lleva a los estudiantes más allá de su realidad conocida, expandiendo las posibilidades humanas y los valores democráticos.
Estos elementos son los que permitieron que su concepción pedagógica se desplazara de lo local a lo global. Las experiencias de opresión, deseducación y deshumanización son universales. Las categorías epistemológicas de Freire siguen vigentes, no para ser replicadas como una receta, sino como una inspiración para “hacer nuevas pedagogías” adaptadas a cada contexto, como bien lo expresaba Michael Apple. El camino es una educación crítica y liberadora que sane nuestra humanidad deshumanizada.
Tesis Críticas al Pensamiento de Paulo Freire
El análisis de las críticas al pensamiento freireano requiere una comprensión de su evolución a lo largo del tiempo. Podríamos identificar al menos tres “momentos históricos” en su discurso, como propone Scocuglia (1999):
| Momento Histórico | Período | Obras Destacadas | Características Principales | Críticas Recibidas |
|---|---|---|---|---|
| Primer Freire | 1959-1970 | Educación y actualidad brasilera; Educación como práctica de libertad y concientización | Cosmovisión liberal y desarrollista; humanismo filosófico-católico; sociedad brasileña en transición hacia la modernización. | Idealista, subjetivista, reformista. Freire mismo reconoció “ingenuidades” iniciales. |
| Segundo Freire | Década de 1970 e inicios de 1980 (exilio) | Pedagogía del Oprimido; Acción cultural para la libertad | Pensamiento estructurado por experiencias en Chile; aportes teóricos de naturaleza político-pedagógica; cercanía a categorías marxistas-gramscianas; expone la politicidad de la educación. | Aunque se acerca al marxismo, no se considera un marxista. |
| Tercer Freire | Últimos escritos | Pedagogía de la Autonomía | Giro epistemológico a partir de la “concientización” (conciencia ingenua, transitiva, crítica); acercamiento a la conciencia de clase lukacsiana; la política como “sustantiva” y la pedagogía como “adjetiva”; educación de resistencia, para la autonomía y la capacidad de dirigir. | Se le sigue debatiendo su visión de la lucha de clases. |
Las primeras críticas, especialmente de la intelectualidad brasileña y latinoamericana, se centraron en el “primer Freire”, calificando su pensamiento de idealista y reformista. El propio Paulo Freire refutó estas acusaciones, argumentando que sus críticos no habían seguido la evolución de su pensamiento, que él mismo reconocía haber madurado más allá de ciertas ingenuidades iniciales.
El “segundo Freire”, surgido durante su exilio, marcó un punto de inflexión. Sus experiencias en Chile y su involucramiento en movimientos populares lo acercaron a las categorías marxistas-gramscianas. Fue en este período donde su obra adquirió una politicidad más explícita, dialogando con pensadores como Lukács, Gramsci, Marx y Sartre. Sin embargo, Freire siempre afirmó que no fueron las categorías marxistas las que lo llevaron a la educación popular, sino que su experiencia en la educación popular lo impulsó a buscar herramientas teóricas para comprender mejor las luchas y vivencias del pueblo.
El “tercer Freire” muestra un giro epistemológico, especialmente en torno al concepto de “concientización”, que se acerca a la conciencia de clase lukacsiana, aunque Freire no aceptaba la lucha de clases como el único motor de la historia. En sus últimos escritos, Freire se centró en la “creación histórica” de una educación de resistencia, que no acepta la explotación y busca la autonomía de los oprimidos, una visión cercana a la “contrahegemonía de los subalternos” de Gramsci.
Críticas a la Universalidad y el “Romanticismo” del Método
Una de las críticas más severas a Freire se ha dirigido a la universalidad de su método, especialmente en lo que respecta a su aplicación en diferentes contextos. Linda Harasim, por ejemplo, argumentó que la teoría y práctica de Freire no lograron el éxito esperado en África (Guinea Bissau), atribuyendo este fracaso a la imposición de una visión occidental en una sociedad africana con realidades socioeconómicas e históricas muy distintas. Esta crítica sugiere que Freire pudo haber tenido una visión “romántica” de la educación y la política, y que su método presuponía un contexto ya inmerso en el mercado capitalista, donde la opresión fuera una realidad material palpable y, por ende, motivara la alfabetización.
En Brasil, la alfabetización estaba ligada al mercado y a los derechos políticos (solo los alfabetizados votaban), lo que generaba un interés intrínseco. Pero en lugares como Guinea-Bissau, con múltiples lenguas y un desarrollo incipiente de las relaciones de mercado, la experiencia de opresión y la necesidad de alfabetización no eran las mismas. El método dialógico de Freire, en ocasiones, se convirtió en un mero cuestionario oral en lugar de una discusión estimulante, lo que dificultó la generación de conciencia crítica en contextos donde la cultura del opresor no estaba directamente incorporada en la vida de los campesinos.
No obstante, estas críticas al “método” no invalidan la profundidad de su pensamiento. Como señalan sus defensores, Freire no ofrecía fórmulas mágicas, sino un desafío: que las personas aprendan unas de otras y, juntas, creen su propio futuro a través de la práctica auténtica. Es crucial no dogmatizar su conocimiento, sino utilizar sus fundamentos para construir nuevas pedagogías, adaptadas a los desafíos contemporáneos.
La Dimensión Religiosa y el Humanismo Cristiano en Freire
Otra línea de crítica, y a la vez de interpretación, se refiere al llamado “romanticismo” de Freire y a la fuerte presencia de una lectura teológica en su obra, especialmente popular en América Latina durante los años 80. Esta perspectiva se nutrió de la similitud temática con el lenguaje de la Iglesia latinoamericana post-Concilio Vaticano II y las conferencias episcopales de Puebla y Medellín, que también abordaban la liberación de los oprimidos. Sin embargo, la Iglesia oficial y conservadora también lanzó duras críticas a sus ideas.
Aunque Freire no era teólogo, se consideraba “hechizado” por la teología, la cual influyó en muchos aspectos de su pedagogía. Su pensamiento fue moldeado por tensiones filosóficas del existencialismo, la fenomenología, el marxismo y el cristianismo, siempre enraizado en un profundo humanismo clásico. Desde sus primeros escritos, se percibe la influencia del humanismo cristiano de autores como Tristán de Athayde, Jacques Maritain y Emmanuel Mounier.
Freire buscó reorientar las energías del ser humano para devolverle su rol de protagonista de la historia. Su visión existencialista afirmaba que el ser humano es “ser/siendo” en el tiempo, una existencia en constante construcción. Esta búsqueda del valor del hombre y su liberación lo llevó a Marx, no para convertirse en marxista, sino para encontrar en el análisis de las relaciones económicas y los modos de producción capitalista un instrumental crucial para comprender la realidad de la dominación. De ahí la relación opresor/oprimido como eje de las relaciones humanas.
Esta cosmovisión religiosa de la obra de Freire se basa en imperativos evangélicos como la esperanza, el amor, la denuncia/anuncio (profetismo) y la utopía de la liberación. Para muchos intérpretes, estos pares antagónicos —Opresión/Liberación; Esperanza/Conciencia; Denuncia/Anuncio— son una expresión clara de la dialéctica en su pensamiento, reflejando su humanismo cristiano que nunca abandonó.
Conclusión: Después de Freire, Nuevas Pedagogías para una América Latina Descolonizada
En el actual momento político de América Latina, marcado por un avasallador control del mercado y del capital, la obra de Paulo Freire adquiere una relevancia aún mayor para comprender y actuar en el mundo. El desafío no es repetir a Freire, sino “hacer nuevas pedagogías”, proponer nuevas epistemologías de la relación Sur-Sur, y romper con la neocolonialidad del pensamiento impuesta por las antiguas metrópolis. Estamos inmersos en un movimiento de (de)colonización, no para rechazar los saberes del norte, sino para afirmar que existen otras formas de pensar, de vivir y de concebir el conocimiento, otras epistemologías.
La juventud, con movimientos estudiantiles que han contagiado a todo el continente, ha demostrado la urgencia de este resurgimiento. Freire nos invita a preguntarnos: ¿cuáles son los proyectos de descolonización que tenemos hoy en nuestros países? ¿Qué iniciativas demuestran una lucha contra la colonialidad del saber y del poder, y una resistencia activa? Posiblemente, la concepción de educación que mejor recoja las ideas de Freire hoy sea una pedagogía de la (de)colonización, íntimamente ligada a las epistemologías del sur. Su fin es transformar el pensamiento hegemónico, estructurado en la racionalidad técnica de la modernidad y el capitalismo.
El reto de releer a Freire, ahora como un clásico, es construir un pensamiento pedagógico que vaya más allá del capital, como aconsejaba Mészáros. Su legado no es una reliquia del pasado, sino una brújula vital para navegar los complejos desafíos de la educación y la liberación en el siglo XXI. Su obra nos impulsa a seguir luchando por una educación que no solo ilumine, sino que empodere y transforme la realidad de los oprimidos.
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