Banderas de España: Historia, Mitos y Legado

05/09/2024

Valoración: 3.96 (13115 votos)

Las banderas, más allá de ser meros trozos de tela, son potentes símbolos que encapsulan la historia, la identidad y las aspiraciones de una nación. Son testigos mudos de batallas, revoluciones y momentos fundacionales, y su estudio nos ofrece una ventana invaluable al pasado. En España, la vexilología (el estudio de las banderas) se entrelaza con siglos de transformaciones políticas y culturales, dando lugar a un rico tapiz de emblemas, algunos de los cuales están rodeados de mitos y controversias que merecen ser explorados a fondo. Adentrémonos en lo que podríamos considerar un conceptual “libro de las banderas”, un compendio de conocimientos que nos permitirá desentrañar las verdades detrás de los colores y los escudos que han ondeado en nuestro territorio a lo largo del tiempo.

¿Qué sucedió con el periódico Bandera Libre?
Desde Bandera Libre, periódico que fundó en 1899, protaganizó una campaña nacionalista por la que fue encarcelado en 1920 en la Fortaleza Ozama y condenado a trabajos forzados. El proceso contra Fiallo fue iniciado a raíz del artículo «Oídme To-
Índice de Contenido

El Legado Histórico: Los Cimientos del “Libro de las Banderas”

Cuando hablamos de un "libro de las banderas" en el contexto de la historia de la península ibérica, no nos referimos necesariamente a un volumen único y físico, sino a la vasta colección de documentos, crónicas y testimonios que, de manera conjunta, nos permiten reconstruir la evolución de los símbolos y las divisiones territoriales. Es un compendio imaginario formado por las aportaciones de historiadores y cronistas que, desde hace siglos, han documentado los eventos que dieron forma a nuestra geografía y nuestra identidad.

Entre las fuentes más valiosas para comprender la invasión musulmana de la península y la posterior repartición de Al-Andalus, encontramos obras esenciales que, aunque no se centran explícitamente en banderas en el sentido moderno, sí nos hablan de los poderes que las enarbolaban. Por ejemplo, la obra de Muhammad Al Razi, titulada “Historia de los emires de Al Razi”, es una fuente crucial para entender el desarrollo de los emiratos y califatos andalusíes. A través de sus relatos sobre los emires, sus campañas y sus dominios, podemos inferir la presencia de estandartes y enseñas que representaban a cada facción o gobernante, marcando los territorios bajo su control y simbolizando su autoridad. Estos documentos nos proporcionan una visión detallada de cómo se estructuró el poder y cómo se distribuyó la influencia en un periodo tan convulso.

Otro pilar fundamental de este “libro de las banderas” es la “Historia de la conquista de Al-Andalus” de Ibn al Qutiyya. Esta crónica es vital para comprender los primeros momentos de la invasión, narrando la llegada de figuras clave como Tariq ibn Ziyad y Musa ibn Nusayr. Al Qutiyya detalla los enfrentamientos, las alianzas y las intrigas, incluyendo la participación del bando witizano, lo que nos ayuda a entender las complejas dinámicas de poder que precedieron y acompañaron la conquista. Si bien no describe explícitamente las banderas de cada ejército, el conocimiento de los actores y los bandos involucrados nos permite visualizar las insignias que habrían acompañado a cada fuerza, elementos esenciales para cualquier estudio vexilológico de la época. Estas crónicas son, en esencia, capítulos fundacionales de nuestro entendimiento sobre cómo se consolidó y se dividió el territorio español bajo diferentes dominios, y cómo los símbolos de poder, aunque no siempre descritos en detalle, fueron intrínsecos a ese proceso.

¿Cuál es el símbolo de la nueva bandera?
En realidad no es que se hiciera un símbolo monárquico de la nueva bandera, pues a estas alturas, la rojigualda ya estaba extendida y popularizada en toda España, sino que se realizó la adopcón al acoger la bandera popular como símbolo de Estado cuya forma, tal como sucede en nuestros días, era la monarquía.

La Bandera de la Segunda República Española: Un Símbolo Rodeado de Controversia

Uno de los episodios más debatidos en la historia de las banderas de España es, sin duda, la adopción de la enseña tricolor durante la Segunda República. El 27 de abril de 1931, un decreto del Gobierno Provisional de la República estableció una nueva bandera nacional, sustituyendo la franja roja inferior de la tradicional rojigualda por una de color morado. Este cambio no fue trivial; se justificó con argumentos históricos y simbólicos que, con el tiempo, han sido objeto de un profundo análisis y, en muchos casos, de refutación.

Los ideólogos del cambio basaron su decisión en varias premisas. La más destacada fue la supuesta representación de Castilla a través del color morado, una “región ilustre, nervio de la nacionalidad”. Se argumentaba que los Comuneros de Castilla, durante su levantamiento contra el emperador Carlos I entre 1520 y 1522, habían enarbolado pendones morados. Además, se buscaba emular la bandera francesa, con sus tres colores, recordando los ideales de libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución Francesa. Finalmente, el nuevo diseño pretendía romper con el pasado monárquico, asociando la bandera bicolor (rojigualda) con la monarquía y no con la nación. La Constitución de la II República, el 19 de diciembre de 1931, ratificó esta franja morada.

El Decreto de 1931: Análisis y Desmontando Mitos

El Decreto de 27 de abril de 1931, firmado por Niceto Alcalá-Zamora y Torres, Presidente del Gobierno Provisional, es explícito en sus motivaciones:

“El alzamiento nacional contra la tiranía, victorioso desde el 14 de abril, ha enarbolado una enseña investida por el sentir del pueblo con la doble representación de una esperanza de libertad y de su triunfo irrevocable. Durante más de medio siglo la enseña tricolor ha designado la idea de la emancipación española mediante la República. [...] Hoy se pliega la bandera adoptada como nacional a mediados del siglo XIX. De ella se conservan los dos colores y se le añade un tercero, que la tradición admite por insignia de una región ilustre, nervio de la nacionalidad, con lo que el emblema de la República, así formado, resume más acertadamente la armonía de una gran España.”

Sin embargo, un análisis histórico riguroso revela varias imprecisiones y falsedades en las justificaciones de este decreto:

  • La falsa tradición del color morado castellano: El decreto afirma que el morado es un color que “la tradición admite por insignia de una región ilustre” como Castilla. Esto es un completo error histórico. El color tradicional del pendón de Castilla siempre fue el rojo carmesí. La confusión pudo surgir del desgaste y la decoloración de antiguos pendones: el componente azulado del carmesí puede desvanecerse con el tiempo, haciendo que el rojo original parezca morado. Los Comuneros del siglo XVI, en la Batalla de Villalar, enarbolaron pendones rojos carmesí, no morados. Por lo tanto, el añadido morado carece de rigor histórico como símbolo castellano.
  • La mentira de la tricolor preexistente: El decreto sostiene que “Durante más de medio siglo la enseña tricolor ha designado la idea de la emancipación española mediante la República”. Esta afirmación es una absoluta falsedad. La bandera rojigualda, bicolor, fue la bandera nacional de España desde su adopción por Carlos III en 1785 para la Marina, y su posterior extensión a tierra y popularización. Incluso la Primera República Española (1873-1874) mantuvo la rojigualda, limitándose a eliminar la corona real del escudo. La idea de una tricolor republicana con más de medio siglo de antigüedad es una invención.
  • La rojigualda no era exclusivamente monárquica: Los próceres republicanos intentaron asociar la bandera bicolor con la monarquía para justificar su destierro. Sin embargo, la rojigualda había sido adoptada popularmente y se había arraigado como bandera nacional mucho antes de la II República. Desde las Cortes de Cádiz en 1812, que la enarbolaron frente a la invasión napoleónica, la rojigualda ya era considerada la bandera de la nación, no solo de la dinastía reinante.
  • La paradoja del morado monárquico: Irónicamente, el color morado que se quiso atribuir a la República y a Castilla, había sido históricamente un color distintivo de la monarquía. La Reina Isabel II, por ejemplo, usaba el morado en su pendón personal, al igual que hoy el rey Juan Carlos I usa el azul oscuro. Además, diversas unidades del Ejército español, bajo regímenes monárquicos (como el Cuerpo de Batallones de Infantería de Marina bajo Carlos IV o algunas unidades de la Guardia Civil bajo Alfonso XII), habían utilizado el morado como distintivo.
  • La confusión masónica: Algunos defensores del morado republicano han intentado justificarlo con la idea de que un pendón morado con un castillo de plata era el distintivo de la logia masónica “Los Comuneros” de principios del siglo XIX. Esta es una confusión patética, ya que esa logia no tiene ninguna relación con los Comuneros del siglo XVI que lucharon contra Carlos I.
  • El argumento cromático absurdo: La idea de que el morado se obtuvo sumando el color castellano (rojo) y el aragonés (amarillo) es químicamente incorrecta. La suma de rojo y amarillo da naranja, no morado. Para obtener morado, se necesitaría añadir un componente azul.
  • Una imposición de hechos consumados: Como el propio decreto reconoce implícitamente, la adopción de la tricolor republicana fue una “espontánea demostración de la voluntad popular, que ya no es deseo, sino hecho consumado”. Esto sugiere una imposición más que una elección consensuada o históricamente fundamentada.

En definitiva, la incorporación del color morado a la bandera de la Segunda República se basó en una serie de errores históricos y justificaciones forzadas. Se desechó la bandera tradicional de España, la que había arraigado en la historia y en el sentir popular, en un intento de romper con un pasado que, en realidad, la rojigualda ya representaba en su carácter nacional.

Tras la muerte de Francisco Franco y la transición a la democracia, la bandera rojigualda, la misma del concurso de Carlos III, fue la que volvió a identificar y simbolizar a la España democrática actual. Esto confirma que, más allá de las interpretaciones políticas transitorias, la bandera bicolor ha sido, y sigue siendo, el verdadero estandarte nacional que resume la armonía de una gran España, tal como, irónicamente, el decreto de 1931 aspiraba a lograr con su nueva enseña.

¿Qué es el libro de la banderas?
Crea el “libro de la banderas”, muy útil para saber como fue la invasión de la península y su repartición. Muhammad Al Razi.- “historia de los emires de Al Razi”, nos trata a los emires andalusíes. Ibn al Qutiyya.- “historia de la conquista de Al-Andalus”, se habla de la llegada de Tariq y de Muza, del bando Witizano,...

Preguntas Frecuentes sobre las Banderas Históricas de España

A menudo surgen dudas y mitos en torno a la historia de nuestras banderas. Aquí respondemos a algunas de las preguntas más comunes para clarificar la verdad histórica:

¿Fue el pendón de Castilla siempre morado?

No, el pendón tradicional de Castilla nunca fue morado. Su color auténtico y original era el rojo carmesí. La idea de que era morado es una interpretación errónea que surgió, probablemente, del desgaste y la decoloración de antiguos estandartes con el paso del tiempo. El carmesí, al ser una mezcla de rojo con un ligero componente azul, puede deslucirse de tal forma que el color resultante se asemeje al morado. Los Comuneros del siglo XVI enarbolaron pendones rojos carmesí en su lucha contra Carlos I, no morados.

¿La bandera rojigualda era exclusivamente monárquica antes de la II República?

No, esta es una falsedad histórica. La bandera rojigualda fue adoptada por Carlos III en 1785 inicialmente para la Marina de Guerra española, con el fin de distinguirla de otras marinas europeas. Sin embargo, su uso se extendió rápidamente y fue adoptada popularmente en tierra, arraigando como la bandera nacional de España. Desde las Cortes de Cádiz en 1812, ya se la consideraba el estandarte de la nación. Incluso la Primera República Española (1873-1874) mantuvo la rojigualda, simplemente retirando la corona real del escudo. Por lo tanto, no era un símbolo exclusivo de la monarquía, sino de la nación española en su conjunto.

¿Por qué se eligió el morado para la bandera de la Segunda República si no era el color tradicional de Castilla?

La elección del morado para la bandera de la Segunda República se basó en una serie de justificaciones políticas e históricas que, como hemos visto, carecían de rigor. Los principales motivos aducidos fueron: la creencia errónea de que representaba el color tradicional de Castilla y los Comuneros, la intención de emular las banderas tricolores de otras repúblicas (especialmente la francesa con sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad), y el deseo de romper con el pasado monárquico asociado a la bandera rojigualda. A pesar de las inconsistencias históricas, el morado se impuso como un símbolo de la nueva era republicana.

¿Qué es el libro de la banderas?
Crea el “libro de la banderas”, muy útil para saber como fue la invasión de la península y su repartición. Muhammad Al Razi.- “historia de los emires de Al Razi”, nos trata a los emires andalusíes. Ibn al Qutiyya.- “historia de la conquista de Al-Andalus”, se habla de la llegada de Tariq y de Muza, del bando Witizano,...

¿Cuándo se estableció la bandera rojigualda como símbolo nacional oficial?

La bandera rojigualda fue establecida como bandera nacional de uso oficial por Real Decreto de Isabel II el 13 de octubre de 1843. Aunque ya era ampliamente usada y reconocida desde finales del siglo XVIII y principios del XIX, este decreto la consolidó formalmente como la enseña de la nación española para todos los servicios, tanto civiles como militares, en tierra y mar. Este hecho es fundamental, ya que demuestra que su carácter nacional precedía con mucho a la llegada de la Segunda República.

¿Qué relación tiene la bandera actual de España con la de la Segunda República?

La bandera actual de España es la rojigualda, la misma que fue adoptada por Carlos III y consolidada por Isabel II. Tras el fin de la dictadura franquista y la restauración de la democracia, se optó por retomar la bandera rojigualda, que simbolizaba la continuidad histórica y la unidad de la nación. La bandera de la Segunda República con la franja morada, aunque representó un periodo histórico significativo, no es la bandera oficial de la España democrática actual. La rojigualda se ha consolidado como el símbolo de la España constitucional y democrática desde la Transición.

Conclusión: La Importancia de Conocer Nuestra Vexilología

El estudio de las banderas, la vexilología, va más allá de la simple memorización de colores y escudos. Es una disciplina que nos permite comprender las profundas conexiones entre los símbolos y la historia de un pueblo. El “libro de las banderas” de España, compuesto por crónicas antiguas, decretos reales y debates políticos, nos enseña que los emblemas nacionales no son estáticos; evolucionan, se adaptan y, a veces, son objeto de reinterpretaciones que, como hemos visto, no siempre se ajustan a la verdad histórica. Conocer estos detalles nos ayuda a apreciar la riqueza de nuestro pasado y a entender cómo los símbolos visuales han acompañado y reflejado los grandes cambios en la vida de nuestra nación. La bandera rojigualda, con su profunda raigambre histórica y su popular adopción, sigue siendo hoy el estandarte que mejor resume la identidad de una España diversa y unida.

Si quieres conocer otros artículos parecidos a Banderas de España: Historia, Mitos y Legado puedes visitar la categoría Librerías.

Subir